Las fechas festivas han quedado atrás y te acuerdas con cariño de esos días de vacaciones, las reuniones con tus seres queridos y las comilonas. Y recordando esto último, aparece repentinamente la culpa porque te has pasado un poquito de nada comiendo. Entonces, valiente, decides plantarle cara con un “voy a ponerme a dieta”.
Se abre ante ti un catálogo de métodos tan enrevesados como absurdos: bebe solo zumo de pomelo durante 20 días, adelgaza 3 kilos a la semana comiendo como un Neandertal y come solo alimentos de color violeta mientras haces el pino. O directamente te vas a los clásicos y te lanzas a las tortitas de arroz, los cereales integrales, los alimentos desnatados y a la obsesión de contar calorías.
Y aquí es cuando deberíamos reflexionar. ¿Es todo esto útil? Y, sobre todo, ¿es bueno para nuestra salud? Muchas dietas que circulan por internet son bulos, por no decir casi todas. Aunque estén firmadas por el Doctor Fulanito o vengan acompañadas de esas fehacientes fotografías de “antes y después”. Es importante ser consciente de ello, contrastar la información, consultar a un profesional si lo ves necesario pero, por encima de todo, tener sentido común.
No te lances ciegamente a alimentos supuestamente sanos ni te prohibas de todas las cosas que te gustan. Aquí, en Sandro Desii, tenemos un ejemplo claro: nuestra Crema helada de cacao de origen contiene 71 calorías (100 g) mientras que tres tortitas de arroz y semillas contienen 102.
Centrémonos en cosas más importantes y seguras. Preocúpate por que la base de tu dieta sean las frutas, verduras y hortalizas. Acompáñalas de proteínas y grasas de calidad. Sustituye alimentos refinados por integrales (pero integrales de verdad). Reduce la sal. Hidrátate. Dedícale un poco de tiempo a la hora de comer. Sé responsable con tu alimentación y respetuoso con tu cuerpo. Busca la calidad. Comer tiene que ser un placer, no un castigo.