Hace unas semanas hablábamos sobre la gastronomía y su relación con el arte, concretamente en su representación pictórica. Hoy nos concierne un tema muy cercano: la fotografía.
La fotografía comienza su historia en el siglo XIX con Joseph N. Niépce, quien consiguió en 1826 la primera imagen permanente, y se hace más popular, posteriormente, con Louis Daguerre y la invención de su daguerrotipo en 1837. Es desde esta época que los humanos comenzamos a fotografiar la comida y bebida. No podía ser de otra manera tratándose de algo tan cotidiano y vital. “Las fotografías de comida -así como la comida en sí misma- puede inspirar profundas reflexiones acerca de temas como el consumo, las tradiciones, género, raza, riqueza, placer, repulsión y domesticidad” escribe Susan Bright en la introducción de su libro Feast for the eyes (2017)
Las primeras fotografías eran muy similares a las pinturas: objetos centrados y estáticos, colocados con el fin de ser retratados. Incluso se le seguía dando importancia al significado de los elementos, al igual que en la pintura: los melocotones para la fertilidad, la manzana como el fruto prohibido, etc.
El estilismo culinario se deja ver ya en las primeras instantáneas. Por ejemplo, en esta de William Henry Fox Talbot, puedes observar que las frutas no están colocadas aleatoriamente.
La fotografía gastronómica se utilizó también desde sus comienzos para ilustrar libros de recetas. Al principio, destinados sobre todo a chefs y cocineros y no tanto, como estamos acostumbrados, para un entorno doméstico. Más adelante, ya en el siglo XX, los recetarios comenzaron a entrar en los hogares y las fotografías se empeñaron en mostrar platos muy cuidados (con la presentación típica de aquellos años), hogares limpios y familias perfectas.
Con el pasar de los años, la fotografía gastronómica se vio inmersa en un mundo más publicitario, es decir, más luces y color. Nickolas Muray (1892-1965) destacó y fue un referente por sus fotografías saturadas y muy preparadas.
Tras la popularización de varios libros y autores como Anton Bruehl o Victor Keppler, en la década de los 50, la fotografía gastronómica contó con mayor relevancia y se hizo del estilismo gastronómico un negocio. La comida debía estar perfectamente colocada en estudios, bajo las luces correctas, con la vajilla y el mantel perfectos, antes de que el fotógrafo hiciese su trabajo.
¿Cómo continuaría la fotografía después de esta época de luces, colores y perfección? ¿Cómo hemos llegado a la fotografía gastronómica que vemos y se realiza hoy? ¡Te lo contaremos más adelante!
Información extraída de Feast for the Eyes (Susan Bright, 2017)